Txalaparta y Autoconocimiento (6)

Caos Mental

Me atrevo a decir que el resultado inevitable de todo el proceso detallado en los artículos anteriores es de un auténtico “Caos Mental”, tengamos la capacidad de reconocerlo o no.

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Es muy importante desarrollar la capacidad de analizarse uno mismo para ir detectando las señales que este estado de caos mental va dejando en nosotros y que, como ya digo en la diapositiva, va configurando un esquema mental rígido que en la práctica funciona como un auténtico programa de ordenador, el cual condiciona las respuestas automáticas que damos a los estímulos que el mundo (o la vida) nos envía, impidiéndonos elegir las respuestas que damos a estos estímulos, aunque desde ese caos mental normalmente no somos conscientes de esto y pensamos que somos nosotros los que libremente elegimos esas respuestas.

La parte positiva es que ese caos mental, ese programa “informático”, no tiene existencia propia, ya que es una creación mental, una serie de creencias que hemos aceptado como reales, y que de hecho funcionan como si lo fueran. Pero, precisamente por estar formado por creencias, es susceptible de ser modificado a nuestra conveniencia, desactivando las creencias limitantes, ya que no pueden ser eliminadas, y sustituyéndolas por otras creencias más acordes con nuestros objetivos.

Es precisamente este caos que tenemos en nuestra mente el que condiciona la manera en que nos enfrentamos a la txalaparta y el que condiciona la manera en que nos enfrentamos a la vida. A partir del siguiente artículo voy a tratar de desarrollar cómo la txalaparta nos puede dar una idea de cómo funciona nuestra mente y qué se puede hacer a través de la txalaparta para poner un poco de orden en ese caos.

No obstante, quiero que quede claro que el principal objetivo del método que he desarrollado es ayudar a la gente a convertirse en txalapartaris lo más completos que sea posible; las consecuencias positivas que este trabajo con la txalaparta pueda tener en la vida de las personas, en el caso que las hubiere, no son más que lo que se podrían llamar “daños colaterales positivos”.

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